Budismo Camino del Diamante Perú

La compasión

Por  14° KUNZIG SHAMAR RINPOCHE

Traducción: María Dolores Herrera

En general, cuando practicamos el dharma y nos comprometemos a realizar acciones positivas encontramos obstáculos y dificultades. Esto se debe al hecho de que nuestras mentes están cargadas de emociones. De estas emociones negativas, la principal es el orgullo que nos lleva a menospreciar a otros (debido a la sobrestimación de uno mismo: soy el mejor, el más fuerte, etc.) La existencia del orgullo automáticamente hace surgir los celos, el odio y la ira. Con el orgullo como causa subyacente, la emoción de la ira produce los efectos más poderosos. Por eso nos lleva a cometer toda clase de acciones negativas graves, que ocasionan renacimientos futuros en reinos inferiores.

14th Shamarpa Mipham Chokyi Lodro

 En las sociedades occidentales, la distinción entre orgullo y fortaleza mental es a menudo confusa. La falta de orgullo se interpreta como una debilidad. El orgullo es, no obstante, una construcción y una forma concentrada de aferramiento al ego. En este sentido, es una debilidad. Una persona puede poseer una gran fortaleza de carácter y la fuerte resolución de alcanzar un objetivo como la iluminación, por ejemplo, sin que el orgullo nunca se manifieste.

Necesitamos disociar el orgullo, la afirmación de nuestra supremacía sobre otros, que sugiere una cierta ceguera, de la firmeza mental, que es una cualidad libre de todos los aspectos negativos del orgullo. Del mismo modo, con frecuencia tenemos la visión distorsionada de igualar humildad con debilidad de carácter. Lo que realmente necesitamos tener es valentía y fortaleza de carácter, sin desarrollar orgullo.

CALMA MENTAL Y ESTABILIDAD

La meditación en el amor y la compasión va mano a mano con el cultivo de la estabilidad mental. De hecho, respecto al orgullo y la ira, es difícil para los principiantes abandonar estas emociones inmediatamente. Hasta poder hacerlo, necesitamos practicar la calma mental conjuntamente con la meditación en el amor y la compasión. Esta es la verdadera esencia de la meditación shine.

Por ejemplo, podemos examinar la imagen mental o el concepto de la ira. Piensa, por ejemplo, en una persona que te resulte desagradable, alguien a quien consideres tu enemigo. Si no tienes un enemigo, trata de pensar en alguien que te haga enfadar. Una vez que efectivamente sientas la ira, no la actúes, ya que podrías acabar hiriendo a alguien. Trata, en cambio, de relacionarte con la ira como un tipo de pensamiento y de visión: ¿Cómo se ve? y ¿De dónde viene? ¿Viene de esa persona o de ti mismo? Si piensas que viene de la mente, ¿de dónde surge?, ¿cómo permanece? y ¿a dónde va cuando desaparece? De esta forma, uno puede tomar la ira en sí misma como un objeto de meditación y reflexión.

 De vez en cuando podemos practicar el método de intercambiar roles. Cuando sintamos que estamos realmente enfadados con alguien, podemos ponernos en el lugar de esta persona. Por ejemplo, yo soy Shamar Rinpoche. Estoy enfadado contigo. Entonces, imagino que soy tú. De esta forma adoptó un punto de vista diferente: tu punto de vista. El mismo intercambio puede aplicarse a emociones como los celos y el orgullo. Esta es una forma de shine (la pacificación de la mente). Observando el fuerte estado emocional de la ira y luego un estado mental pacífico, llegarás a observar la naturaleza de la mente misma. Esta es la forma superior de penetración en la conciencia que llamamos Ihaktong. Si puedes aplicar este método a todas las emociones perturbadoras, entonces será sumamente beneficioso para ti.

Si tenemos muchos pensamientos en la mente y conseguimos pacificarlos con este método, es excelente. Sin embargo, cuando las emociones son tan fuertes que no podemos controlarlas, necesitamos estabilizar la mente enfocándonos en la respiración. En este caso, concentrarnos en el aire que entra y sale es lo más efectivo.

Con frecuencia, muchas personas toman esta meditación como un ejercicio de respiración. De hecho, lo importante aquí no es la respiración sino sosegar la mente, siendo conscientes del aire que entra y sale sin distracción. Lo principal es realmente la concentración misma, la estabilidad mental. Algunos piensan que el aspecto físico de la práctica es importante, pero ese no es el caso. Lo esencial es nuestra familiaridad con la práctica. El éxito en meditaciones como las de shine y Ihaktong no depende de la conceptualización de estos estados meditativos. Más bien, la esencia de estas prácticas está en llegar a acostumbrarnos al proceso mismo de la meditación.

El entendimiento y la concepción correcta surgen de la meditación y de la familiarización con la práctica. Por ello, la meditación misma debe establecerse sobre bases muy precisas. Con el fin de obtener el estado de un Buda, debemos apartarnos radicalmente del «llegar a ser», en otras palabras, de todas las formas de felicidad mundana asociadas a los diferentes reinos de existencia. Uno pudiera, por ejemplo, enfocarse en llegar a alcanzar la felicidad relativa en un estado alto de existencia, o liberarse de los sufrimientos de los reinos bajos. Podría también aspirar a adquirir el estado pacifico de los Shravakas, en el que no hay posibilidad de beneficiar a otros. Sin embargo, es sólo en el estado último de la iluminación donde se encuentran el verdadero poder y la verdadera capacidad de actuar por el beneficio de otros.

EL AMOR Y LA COMPASIÓN: EL NIVEL RELATIVO

El remedio para el apego a la felicidad relativa es reflexionar en la transitoriedad y en los «cuatro pensamientos básicos que alejan la mente del ciclo de existencias». En cuanto nuestros apegos empiezan a debilitarse, podemos experimentar una cierta paz en nuestra mente. Entonces, puede aparecer aferramiento o apego a este estado de calma. El remedio para el apego a este estado pacífico es meditar en el amor altruista y la compasión. Debemos desarrollar amor y compasión dentro de nosotros hasta que se hayan convertido en actitudes totalmente naturales para nosotros. El amor y la compasión son  cualidades que nos acompañarán a través de toda nuestra progresión espiritual, desde el momento en que por primera vez veamos surgir la actitud iluminada hasta el momento mismo en que alcancemos la budeidad. Entonces, esta iluminación estará dotada de las cualidades del cuerpo, el habla y la mente de un Buda.

Mediante el poder del amor y la compasión, todas las condiciones desfavorables, las emociones perturbadoras, el samsara y sus causas se destruirán y se aniquilarán completamente. Sin amor y compasión, simplemente no tenemos energía suficiente. Incluso mientras permanecemos atrapados en esta prisión del samsara, sujetos a las influencias de las emociones y el karma, las cualidades del amor y la compasión nos permiten dirigirnos en la dirección correcta.

El amor y la compasión tienen un objeto que son todos los seres. Por seres no solamente entendemos aquellos que están a nuestro alrededor, como los humanos. Todo aquello que posee una mente es un ser y allí donde hay un ser hay sufrimiento. Así como nosotros tenemos una mente y por medio de ella experimentamos el sufrimiento, lo mismo ocurre con todos los demás tipos de seres. Aquí debemos distinguir entre lo viviente y lo que tiene una mente. Una cosa viviente no necesariamente tiene una mente. Pero allí donde hay mente hay conciencia y hay vida. Existen toda clase de seres, algunos que son muy pequeños como los insectos. Una equivocación común es la de atribuirle conciencia sólo a seres de cierto tamaño. A menudo asociamos la existencia de conciencia primero a un cierto grado de inteligencia y luego a un tamaño determinado. De esta forma, la ciencia y ciertas escuelas de pensamiento filosófico son reacias a reconocer que animales pequeños, los insectos o la vida marina diminuta poseen conciencia similar a la nuestra, aunque reconozcan que algunas especies marinas de mayor tamaño como los delfines, sí la tienen.

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De hecho, incluso el más diminuto y minúsculo de los insectos busca el placer y teme el sufrimiento. Si tratamos de tocar la aleta de un pequeño pez. su reacción inicial será apartarse. Y si está domesticado entonces puede que reconozca la mano que lo alimenta como una fuente de satisfacción. Entonces se acercará a la mano simplemente porque, de la misma forma que los humanos, busca un estado de bienestar y huye del sufrimiento.

Los seres tienen distintos tamaños, pero su mente no es proporcional a su apariencia física. El grado de sufrimiento o felicidad dependen del karma individual. La misma mente puede reencarnar en un cuerpo débil y diminuto, en el cuerpo de una ballena o como un rey dotado de una facultad mental más alta que la de un animal. Sin embargo, el tamaño no tiene ninguna relación con las cualidades o el poder de la mente.

Por lo tanto, todos los seres, sin ninguna excepción deben ser el objeto de nuestro amor y compasión Debemos cultivar una actitud similar por todos los seres como la que tendríamos hacia nuestro padre, nuestra madre, o aquellos a quienes más amamos. En culturas tradicionales, particularmente en Oriente, los lazos familiares son extremadamente fuertes. El padre y la madre son las personas a quienes más veneramos y la idea de que sufran algún daño es insoportable. Por esta razón, cuando meditamos en la actitud iluminada, tomamos este ejemplo de considerar a todos los seres como nuestros padres.

En Occidente la estima hacia nuestros padres no tiene la misma intensidad, pero esta diferencia no es relevante para la meditación. Simplemente usa la persona a quien más amas y considera a todos los seres como a esa persona. 

Naturalmente, no es posible para nosotros desarrollar amor y compasión por cada ser individualmente, pero podemos considerar a todos los seres colectivamente como una entidad y meditar en el hecho de que ellos también desean tener felicidad con el mismo fervor que nosotros. Desarrollamos este intenso deseo por su felicidad poniéndonos en su lugar. No obstante, hay que cuidarnos de no convertir este deseo en una fijación o en un apego. Más bien, podemos concentrarnos en todo aquello por lo que los seres tienen que pasar. Y continuamos manteniendo la mente en esta aspiración por su felicidad, mientras aplicamos la misma contemplación sobre su esencia, como se mencionaba anteriormente en relación con la ira, el orgullo y los celos.

EL AMOR Y LA COMPASIÓN: EL NIVEL ÚLTIMO

Este amor por todos los seres es al principio una actitud artificial y fabricada. Realmente no la sentimos automáticamente. Entrenándonos a nosotros mismos, se desarrollará gradualmente, y tarde o temprano este amor imparcial hacia todos los seres será un sentimiento natural. En este momento, cuando sentimos amor por uno o varios seres, este amor es con frecuencia parcial porque es selectivo y procede de nuestro apego. Pero cuando hablamos de amor espiritual, no se hace referencia a una actitud parcial y excluyente, sino a una que se funda en la naturaleza de la mente que es la vacuidad. Es desde esta vacuidad que todo se manifiesta.

Cuando meditamos en el amor, su naturaleza es el vacío, la no-existencia. El objeto de este amor, los seres, es también vacío de naturaleza desde el punto de vista último. Sin embargo, su naturaleza relativa existe; aparece sin contradecir su esencia. Si fuera diferente y la existencia de una realidad última intrínseca fuera suficiente en sí misma, ésta no les permitiría a los fenómenos relativos manifestarse. Si un sueño fuera real, no podría tener lugar en el espacio de la mente. Si la esencia del sueño no tuviera la cualidad vacía de un espejo, las imágenes no podrían reflejarse en él. Así, la naturaleza de la confusión de los seres es vacía. De otro modo, ¿cómo podría aparecer si fuera exclusivamente sólida y material?

Aunque esta contemplación sobre la naturaleza última de la bodhicitta es algo que uno debe comprender, esto viene más adelante. Al principio, es aconsejable cultivar principalmente el aspecto relativo del amor y la compasión con el fin de progresar hacia el reconocimiento de la vacuidad o bodhicitta última. De forma paralela a esta meditación en la bodhicitta última, se desarrolla un entendimiento profundo. Si uno medita en el amor por medio del vacío, se convierte en un amor superior. No sólo eso, mientras meditamos en la naturaleza del amor, alcanzaremos una pacificación estable de la mente (shine) y simultáneamente la fuerza de nuestra positividad aumentará. Por medio de la recolección constante de la actitud iluminada, seremos capaces de crear una fuente considerable de beneficio para otros. A través del samadhi (absorción completa) del amor, penetraremos en el último y auténtico beneficio. Nuestra mente se unirá con la realidad última no cambiante de forma tal que nuestra conciencia nunca más estará habitada por otra cosa que no sea el amor por todos los seres. Nunca más se separará de ello.

Por la fuerza de nuestra meditación, nuestro amor por los seres será como el amor de una gallina por sus polluelos. Este proceso se desarrollará por su propia naturaleza, hasta abrazar a todos los seres en el estado de la iluminación. Gradualmente desarrollaremos la capacidad de ser de beneficio para un número creciente de seres. Esto no tiene nada que ver con telepatía o alguna intención particular, como si estuviéramos enviando olas de energía para ayudar a aquellos que son inferiores a nosotros, sino que en forma espontánea las actividades positivas y beneficiosas surgen mediante la fuerza de la virtud. El poder de esta meditación es tan fuerte que tiene la habilidad de extenderse a otros seres. Este amor se extiende e irradia y nace en las mentes de otros seres, particularmente en animales pequeños como los pájaros. 

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